Carta al eterno efímero

Nunca he sido partidario de lo convencional, del comenzar una carta con un saludo, pues la verdad siempre me ha gustado el escribir con mis sentimientos como punzadas en mis dedos. Esta carta la escribo dirigida a mi, a mis somaris, a mis momentos.

Una vez estuve sentado en una roca en la montaña. Uno de mis amigos sacó su guitarra comenzó a tocar mientras con frío todos coreábamos alguna canción de esas viejas que se supone que todos saben. No parábamos de reír porque algunos no se sabían la letra y otros paraban de cantar por terminar sus cigarrillos. El sol comenzaba a salir poco a poco a nuestro lado y todo lo que se podía observar eran aquellas somnolientas miradas de personas libres y alegres.

Camino a casa en carro, la luz golpeaba la ventana, íbamos a toda velocidad por esa larga carretera y dije “los quiero”, y entre las luces y el viento se escucharon las voces de cada uno diciendo “yo también”.

Otra vez estuve en la playa, a las tres de la mañana con persona geniales, bebiendo y corriendo de un lado a otro como niños pequeños. Recuerdo patear las olas y volar después de fumar un poco de hierba. Dormir a orillas del mar es de esas experiencias que no podré olvidar.

De eso se trata lo eterno efímero, de algo que tal vez duró un momento, pero lo recordarás siempre en el tiempo.


K.