lunes, 24 de octubre de 2016

Carta a las manos juntas

Manos juntas nunca nacieron, más separadas las quisieron engañar, a que si se unían y miraban al cielo una manta bendita aparecería a ayudar.

Manos juntas se cansaron de mirar al cielo y esperar; decidieron manos separadas trabajar juntas y crear. Ninguna nube, ningún reino, ninguna luz les dirá o decidirá sobre a qué persona juntas tocar, sobre qué adicción desmenuzar o qué placer contraer.

Manos juntas ya no rezan más a lo inexistente, a lo obligado, rezan a lo creído, a lo experimentado. Manos juntas ya no rezan a quienes les han causado tanto daño, así que separo mis manos y dejo de pedir, para comenzar a abrazar y dejar ir.


K.

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